Si después de la Revolución Industrial el fin era el objeto, en el presente la mirada del diseño está puesta en el sistema. Frente a tiempos como los nuestros, regidos por las crisis sociales, económicas, humanitarias y ecológicas, que trazan panoramas cada vez más críticos, la práctica del diseño ha comenzado a replantearse su estado y sus propósitos. Más que una moda o una novedad, se trata de una necesidad urgente que se ha venido desarrollando desde hace más de una década con el objetivo de insertarse —que no sólo incidir— en las complejidades del entorno real.
Se sabe: la tarea del diseño es resolver problemas. ¿Pero sólo eso? Tradicionalmente, los diseñadores, entendiendo su práctica en el sentido más amplio, han sido formados por una premisa que es legado de la modernidad: producir por encargo. La dinámica era simple, una metodología limitante que, sin duda, ha definido la forma del mundo: un cliente pide, un diseñador hace, un usuario consume. Así, los diseñadores industriales producían sillas; los arquitectos, edificios, y los diseñadores de moda, ropa. Ni más, ni menos.
Excepciones existen, muchas, pero ha reinado la norma. Durante gran parte del siglo XX lo verdaderamente importante ha sido el resultado. El contexto actual, sin embargo, exige a los diseñadores trascender su papel de productores para convertirse en agentes. Y para lograrlo, dice Nigel Snoad, se debe reorientar la mirada: prestar más atención a los sistemas y menos al artefacto. Si el diseño hace tangible lo previamente imaginado, ¿por qué no pensar en lo que detona y después provoca un objeto?
En su ensayo «Systems Design: Working with Change» (The Journal of Design Strategies, 2010), Snoad[1] explica la costumbre ancestral de diseñar la vida como si se tratara de un modelo estándar y fijo al que se puede controlar. Ahora, los efectos de ese entendimiento son más visibles: «Con la creciente velocidad de cambio de hoy en día, no sólo se están construyendo más puentes entre individuos y partes del sistema, sino que están siendo derribados y reconstruidos mucho más rápido que nunca. Sobre todo, por nuestra capacidad de mapear, controlar y predecir los resultados. […] La mayoría de los servicios, desafortunadamente, son diseñados para un mundo simple con un número pequeño de vecinos. En la realidad, la vida como ciudadano es mucho más compleja».[2]
Snoad distingue el sentido convencional del sistema, como un conjunto de reglas inamovibles a las que hay que “someterse”, de la idea de un sistema formado por «individuos que interactúan unos con otros». Es decir, la sociedad. Más importante aún, diseñar para los sistemas tiene una propuesta clave: apostar por el cambio. ¿Cómo? Dejando de lado el resultado final, para enfocarse en un proceso de múltiples relaciones de todo orden.
Con esto en mente, buscamos explorar la práctica del diseño como una profesión que no se encierra en los márgenes de su propia disciplina. Y el rol de los diseñadores en la actualidad, como agentes que, para bien o para mal, detonan con sus propuestas una serie de posibilidades. Así, pensar el diseño industrial más allá del producto, la moda más allá de la ropa y la arquitectura más allá de los edificios. En otras palabras, el diseño en relación con sus implicaciones sociales, humanas, políticas, económicas. En relación con la realidad.
[1] Nigel Snoad es Gerente de producto del Equipo de respuestas frente a crisis de Google, y consejero de la fundación ICT4Peace, dedicada a diseñar estrategias y soluciones en caso de crisis.
[2] Cita en inglés: But with today’s increasing speed of change, not only are more and more bridges being built between individuals and parts of the system, they are being broken down and rebuilt far quicker than ever before. So much for our ability to map, control, and predict outcomes. […] Most services, unfortunately, are designed for a simple world with a small number of neighbors. In reality, life as a citizen is much more complex.