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La moda del intersticio Por Carolina Haaz – 9 de junio del 2017

Con el ánimo de abordar el diseño desde un panorama más amplio, este ensayo se acerca a la moda como una práctica cuyas dinámicas y efectos trascienden el carácter material y estético de la ropa. ¿Cómo se entiende el diseño en la moda?, ¿cómo incide en los distintos ámbitos de la sociedad? 

I. La moda como diseño

La ropa, ese adorno que también protege, un engaño que estimula la construcción de la identidad, diferenciadora y a la vez homogeneizadora, es la materia prima de la moda, esa rama del diseño increíblemente significativa que, a su vez, no ha sido lo suficientemente analizada todavía en comparación con la arquitectura o el diseño industrial. Esto resulta particularmente extraño tratándose de un elemento más que forma parte de la vida diaria de muchas sociedades —incluso en las poblaciones de aborígenes, la indumentaria es igualmente importante como parte de sus rituales sociales. Una de las causas es su faceta más conocida, la elitista, que para los discursos de la academia y el periodismo ha degradado a los aspectos más interesantes de las manifestaciones estéticas y creativas de la disciplina.

En la década de los 40, el arquitecto y diseñador estadounidense Bernard Rudofsky se asomó a este abismo con la muestra titulada Are Clothes Modern?, presentada en el MoMA con la intención de explorar los diseños y no los diseñadores, y las intersecciones entre las relaciones individuales y colectivas a través de la prenda en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. A más de seis décadas de esto, Paola Antonelli, curadora del Departamento de Arquitectura y Diseño, escribió para el blog del recinto que acaso sólo aquella vez un espacio institucionalizado planteaba un acercamiento serio a la disciplina. Así, se dio a conocer que a finales de 2017 se inaugurará la muestra Items: Is Fashion Modern? que explorará el presente, el pasado y el futuro de 111 elementos de la moda que han tenido un impacto importante en la historia y las sociedades de los siglos XX y XXI, como los Levi´s 501, el reloj Casio y el little black dress. En algunos casos, el item será desdoblado en un nuevo prototipo comisionado a diferentes diseñadores.

Pero desde la pregunta provocadora de Rudofsky [¿La ropa es moderna?] se han hecho otras más indagaciones respecto a las esferas internas de la moda, esa industria que mueve a millones de cuerpos y dólares anualmente. Apenas este año se dio a conocer que Chanel auspiciará una galería para el Palais Galliera en París, que si bien se levantó desde el siglo XVIII para presentar a grandes nombres de la alta costura y temáticas de época, por primera vez contará con una colección permanente. En América Latina el rastro documentado de exhibiciones de la disciplina es borroso, y sin embargo sabemos que la moda, como siempre, ha seguido las pulsiones de su entorno social, político y económico. En 2015 Ana Elena Mallet lo mostró así en su trabajo curatorial para El arte de la indumentaria y la moda en México. 1940-2015, presentada en el Palacio de Cultura Banamex.

Otra pregunta flotaba sobre los vestuarios de la época dorada del cine mexicano, la indumentaria de algunas comunidades indígenas, las sombras de Ramón Valdiosera o Henri de Chatillon y también confecciones más contemporáneas como la de Carla Fernández o Pineda Covalín: ¿de qué hablamos cuando hablamos de moda mexicana? Si bien los rastros del pasado son un camino para reflexionarlo, falta mucho por explorar en otras manifestaciones más recientes y menos “intencionalmente” mexicanas. Quizá, por supuesto, la identidad esté en otro lugar, lejos de este mapa. Lo cierto es que, últimamente, la moda se ha asentado cada vez con más frecuencia en los museos. Aunque su ritmo se escapa de nuestras manos (o nuestras billeteras), sus tensiones con otras disciplinas están comenzando a ser reconocidas como médiums para la interpretación.

II. La ropa frente a la sociedad

El diseño que vestimos diseña, a su vez, a las sociedades que habitamos. Recientemente la cadena sueca H&M, conocida por sus costos bajos, dio a conocer que tendrá una línea unisex llamada Denim United. Estará conformada por 19 prendas de mezclilla que explorarán las siluetas tradicionales de los géneros para presentar un panorama de opciones inclusivas.

La propuesta no sorprende, a poco más de un año de que Zara, rey europeo y mundial del fast fashion[1], creara su colección cápsula Ungendered, con un guardarropa compartido entre hombres y mujeres. Pero las grandes tiendas no han tenido una revelación por sí mismas. Los nuevos productos de «género neutro» responden a tendencias sociales latentes, estudiadas por mercadólogos, que obedecen a la dirección de (no tan) nuevos intereses que emergen a partir de las pulsiones más recientes de movimientos sociales y políticos en el mundo.

Es también el caso de las reacciones frente a las amenazas a los derechos civiles de la nueva administración de Estados Unidos. Muchos diseñadores han respondido abiertamente a Donald Trump frente a los vetos migratorios o sus comentarios misóginos, como la entrega de Otoño-invierno 2017 de Ashish Gupta, que en pasarela pintó los rostros de los modelos con lo que parecieran máscaras de Lucha Libre, y en uno de los suéteres de la serie se imprimió la frase «More Glitter, Less Twitter» («Más brillos, menos Twitter»), una alusión al hábito de Trump de hacer política a través de comentarios en la red social.

Por su parte, a finales de enero, la diseñadora mexicana Carla Fernández presentó una serie de pancartas vestibles en la Marcha de las Mujeres en Washington para representar las expresiones de las personas que formaron parte de su contingente. Los diseños fueron realizados específicamente para este evento pero de inmediato atrajeron la mirada de coleccionistas y del Museum of Arts en Boston, que ahora cuenta con dos de estas prendas de protesta.

Más allá de la denuncia, algunas propuestas de la moda y el diseño mexicano caminan hacia modelos alternativos de subsistencia. En medio de un panorama imposible en nuestro territorio, artesanos y diseñadores emergentes se han montado de los bazares itinerantes que cada tanto tienen lugar, sobre todo, en la Ciudad de México, como la ya más consolidada Lonja Mercantil o el más reciente Rooftop Sale, pasando por otros como Tráfico Bazar o Bazar Local.

Algunas de las propuestas de moda y diseño que albergan, como las ilustraciones o las prendas vintage de Taquicojocoque, los zapatos de MiTu Calzado, el swimwear de Dulce Armenta, poseen un encanto que los retailers querrían clonar sin chistar, si bien la calidad de las pequeñas marcas que participan de esto es más bien variable. Lo cierto es que de su dificultad para poder ingresar a espacios comerciales de alta distribución ha surgido una fiesta, un lugar que busca la compraventa a través de artilugios como música, bebida, a veces tatuajes y seductores alimentos que no carecen tampoco de sus propios conceptos de diseño –véase Alien Taco o Pizzatánicos, aportando al usuario el valor de la experiencia en el momento del consumo, recurso que toda marca dirigida al público milennial persigue ahora mismo sin mucha suerte.

III. La moda: reflejo de su época

Para Hegel, ningún hombre puede rebasar a su tiempo, pues el espíritu de su tiempo es también el suyo. Pensar el zeitgeist[2] desde la moda es estar atentos a los cruces entre la vestimenta y el estado de la tecnología, el trabajo, los medios de comunicación y tantas más esferas.

Tomemos como ejemplo la alta costura de Iris van Herpen. Cada proyecto es una demostración de vanguardia tecnológica, de la arquitectura futurista y, a veces, una reflexión postapocalíptica sobre el cuerpo. La diseñadora de los Países Bajos es una de las creadoras más visionarias de la industria por su constante expansión de los límites del diseño de moda. Su trabajo combina las técnicas de sastrería más tradicionales con los materiales más insospechados para la construcción de la prenda, infiltrando métodos transdisciplinarios para lograrlo. Más allá de la alta costura, se trata de una «nueva costura», como ella prefiere denominar al intersticio desde el que diseña.

Este año el Metropolitan Art Museum de Nueva York presenta una exposición dedicada a la trayectoria de Rei Kawakubo, fundadora de Comme des Garçons y uno de los nombres más propositivos de la disciplina. Sus experimentaciones con la silueta son francamente revolucionarias con diseños construidos desde las tensiones entre moda y antimoda, diseño y antidiseño, el presente y el pasado, el yo y el otro, el objeto y el sujeto, y la vestimenta y la desnudez. Recordemos su colección de Otoño-invierno de 2004. La manga se convierte en un elemento decorativo, cortado y trastocado en diferentes formas, con referencias victorianas que a la vez podrían ser la moda de un futuro utópico. Colores, forma, ritmo y belleza no convencionales. ¿Es esto diseño revolucionario? Su creadora, Rei Kawakubo, lo dijo en una entrevista: ella nunca quiso iniciar una revolución.

Muy a pesar de los folletos, boletines de prensa y declaraciones de sus creadores, el vestido habla por sí mismo. También guarda silencios y, sobre todo, hay que prestar atención. Desde la prenda más autoral hasta el tejido que urde una mujer indígena en alguna banqueta, el pensamiento del diseño opera a un nivel instintivo, siempre alineado a los susurros del lenguaje de los tiempos que corren.


[1] El término fast-fashion se refiere a los procesos relativos a la moda rápida: producción a granel, con materiales de baja calidad y tiempo de vida corto (tanto en términos útiles como estéticos), y realizadas bajo condiciones laborales críticas. Zara, Bersha o H&M son ejemplos de este fenómeno.

[2] Acuñado por el filósofo alemán G.W.F. Hegel, el zeitgeist es un concepto que se refiere al espíritu que caracteriza y define a una época.