El paisaje, aquella selección subjetiva de un fragmento espacial-temporal del entorno natural o cultural, ha sido un medio de apropiación y entendimiento de un contexto particular, que responde a la necesidad de asirlo y contenerlo materialmente para la posteridad. Más allá de sus cualidades estéticas o contemplativas, la representación del paisaje tiene que ver con el sentido de pertenencia y del “ser-ahí” del artista.
A través de una serie de fotografías intervenidas con hilo que retratan diferentes espacios naturales de México, así como el paisaje urbano de la Ciudad de México –estas últimas del archivo de Aerofoto de Fundación ICA, tomadas en 1939 y 1954–, Sumie García cuestiona y resignifca el referente. La presencia del hilo en diferentes zonas de la representación paisajística genera en un primer momento una tensión entre tiempos: el de la captura fotográfca, el de la intervención y el de su exposición al espectador. Lo que se entreteje es el pasado, el presente del pasado y el presente. El hilo desenmascara estos momentos anacrónicos, los contrapone, los confronta, los superpone, los hace coexistir y, fnalmente, los condensa en un solo espacio, dando como resultado un paisaje dislocado.
Por otra parte, la intervención resalta texturas y geometrías, abstrayendo el recuerdo y guiando la mirada del observador hacia la memoria construida. Los hilos se convierten en una extensión del paisaje y sugieren una emancipación del recuerdo dado por la cámara para insertar aquel que surge de la propia experiencia. De esta manera, se genera un simulacro del simulacro, es decir, existen dos escenifcaciones de lo real contenidas en las fotografías: aquella plasmada por la lente y la expresada mediante el hilo.
Asimismo, se hace visible lo intangible en la fotografía: el movimiento. En el medio natural el hilo traza sutilmente la progresión de la luz, los desgastes en las rocas, las huellas del derretimiento de la nieve o el vaivén del agua, mientras que en el medio urbano se manifesta en las construcciones en progreso, las demoliciones y el avance vertical.
Anacronismos del Paisaje cuestiona el “esto ha sido” y explora la representación de la memoria personal en un soporte bidimensional, al darle forma al espacio abstracto que se construye en la mente cuando se evoca un evento del pasado. Las obras, al dialogar entre sí, trascienden el tiempo no localizado a un tiempo total o, en otras palabras, a la vivencia y esencia de la temporalidad humana.
Melissa Mota