Es solo cuando nos situamos lejos de lo conocido, desprotegidos de aquello que nos da seguridad, que las posibilidades pueden desdoblarse infinitas frente a nosotros. Es ahí, en la oscuridad, cuando el yo se encuentra a sí mismo con sus miedos, demonios y esperanzas.
José María Balmaceda pasa por algo similar en su quehacer como diseñador textil. Buscando un cambio en su producción comercial, una mañana a la orilla de su cama, decide hacer un viaje a Nepal, lugar que, además de mostrarle los mas exquisitos tejidos y manos que satisfacían su gusto y necesidades, será campo fértil para una renovación personal y artística.Con su trabajo, el artista rinde homenaje a la hechura de tapetes, trabajo milenario y universal. Es su pasión por la creación de estos textiles la que deja entrever el conocimiento que José María tiene de la técnica y el respeto hacia un proceso que exige profesionalismo, dedicación y un paciente entendimiento de cada momento por el que el tapete pasa hasta ser terminado.
Inspirado a partir de su acercamiento a Nepal, Balmaceda apuesta entonces por un trabajo más conceptual e íntimo el cual se aleja de su estilo anterior y busca abrir paso hacia un territorio poco explorado. Le interesa crear tapetes de una calidad incomparable que vayan más alláde ser únicamente objetos decorativos, entendiéndolos como seres con una presencia entrañable.
El proceso no es sencillo. Balmaceda se enfrenta con monstruos que habitaban silenciosos desde hace tiempo en su interior. Bichos irregulares y asfixiantes que entre más crecen más grande es el vacío que provocan. Ante ellos, sin nada que perder, el artista los confronta con la sensibilidad interior que lo caracteriza. Hace una deconstrucción de ellos, los “caza”, desmiembra, fosiliza para sólo así, entender la lógica de esos vacíos.
Los tapetes de la serie Fossil son el rastro de aquello conquistado. La ruina del vacío, el trofeo para el cazador, el rastro inerte del monstruo vencido.