Jamer Hunt es uno de los investigadores de diseño más analíticos y críticos en la actualidad. Sus investigaciones han impulsado el pensamiento de la práctica como un ejercicio que involucra no sólo la inclusión de otras disciplinas, sino la participación de los diferentes agentes que componen el proceso de un diseño. En su opinión, tanto los ciudadanos como los diseñadores tienen el poder de demandar un nuevo futuro y visualizarlo.
1. Si se piensa el diseño como una triada definida por el diseñador, el diseño (objeto/producto/idea) y el usuario o consumidor, ¿es posible establecer una analogía entre los procesos del diseño y la comunicación (remitente-mensaje-receptor)?
Aunque la analogía tiene cierto sentido, lo que estamos viendo cada vez más en el diseño es que el canal de comunicación es bidireccional. Es decir, mientras aún existen diseñadores brillantes que diseñan artefactos para un público consumidor, también están surgiendo plataformas de diseño que permiten a los consumidores convertirse en coproductores del producto terminado. Eso abre todo tipo de preguntas fascinantes sobre cómo diseñamos, qué constituye el producto final e incluso quién puede tener el crédito del diseño. Los nuevos medios de producción y las redes de comunicación tienen el potencial de remodelar la forma en que hacemos las cosas.
2. ¿Cómo se debe concebir el diseño como proceso o el proceso del diseño?
Siempre pienso el diseño como un proceso dialógico. Lo que distingue al diseñador del artista o del artesano es que generalmente él trabaja en relación directa con las necesidades del cliente y/o del consumidor, en lugar de simplemente dar forma a una expresión personal. Esa restricción, para mí, es lo que da al diseño tanto su esencia como su gran tensión inherente.
La educación es parte fundamental de cómo se piensa y se ejerce la disciplina. Es decir, de aquello que más tarde se materializa y tiene un impacto real en la sociedad.
3. ¿Qué tipo de escuelas se necesitan para formar a los diseñadores que definirán el futuro?
Necesitamos desarrollar escuelas que de alguna manera propicien un balance entre el acto de dar forma y el pensamiento crítico —estética con inteligencia social y ambiental—.
La idea del diseñador como un simple dador de forma o un ejecutor de las necesidades de la industria está evolucionando. Sin embargo, es extremadamente difícil conseguir un balance. Veo muchos proyectos de diseño que lucen fantásticos pero que son completamente superfluos para las intensas presiones sociales y ambientales; pero también veo muchos proyectos que responden a esas presiones y que formalmente son decepcionantes. El problema es que los estudiantes necesitan aprender tanto —estética, historia, estrategias centradas en el usuario, materiales, creación de formas, sustentabilidad, ergonomía, ciencia de los materiales, programación, cadenas de suministro, modelado en 3D, cine, etcétera— que se desafía a las escuelas a entregar una experiencia multidimensional. Ser un diseñador hoy en día es como caminar en una cuerda floja, y eso hace que la educación sea un esfuerzo aún más complicado.
4. Desde tu propia experiencia como profesor, y considerando tu propuesta educativa para Parsons, ¿cómo debe ser entendido el diseño transdisciplinario?
La premisa del programa de Diseño Transdisciplinario en Parsons fue simple: ¿cómo podemos utilizar el diseño para abordar problemas complejos y de gran escala que van más allá de los límites de la disciplina? Pero si bien fue fácil establecerla, se trata de una misión muy difícil de cumplir. El programa sigue evolucionando: hay un énfasis muy fuerte en colaborar con expertos y agentes de todo tipo, pero también es igual de importante ir más allá del diseño de artefactos para considerar los sistemas. El reto, sin embargo, es ¿cómo rediseñamos los sistemas? Generalmente, son efímeros, complejos, no lineales y de múltiple escala. Si bien todavía se necesitan programas generales que enseñen enfoques de diseño tradicional —gráfico, producto, arquitectura, moda, paisaje, etcétera— también sentimos que había una necesidad por desarrollar un programa experimental que pudiera expandir la cuestión del diseño y explorar los límites de su aplicación.
5. Aunque cada territorio presenta sus propias particularidades, en un momento como el actual, marcado por problemas muy específicos en términos económicos, políticos, sociales y humanitarios, ¿qué tipo de diseñadores necesita la sociedad?
Necesitamos diseñadores que sepan cómo colaborar, estructurar sistemas de participación para procesos complejos, responder a la retroalimentación y dar formas vívidas a visiones alternativas de cómo podemos vivir.
6. En años recientes, prácticas como el diseño digital, el 3D, el DIY, entre otras, han incrementado relevancia como parte del proceso del diseño, incluso aunque no se traten de técnicas totalmente nuevas. ¿Qué cambios observas respecto a las dinámicas de producción? ¿Es posible hablar de una tercera revolución industrial?
Debemos distinguir las herramientas de los procesos para entender el impacto de estos cambios. Las herramientas permiten hacer las mismas cosas de nuevas maneras, y pueden ser fuentes de innovación. El modelado y la impresión en 3D, por ejemplo, replican de cierta forma la producción de modelos y bocetos, pero también tienen nuevos alcances y pueden producir nuevas ideas a través de la experimentación. Pero estoy más intrigado por los nuevos procesos para hacer cosas. Para mí, lo más interesante sobre la siguiente fase de producción es que puede ser más biológica que mecánica o tecnológica. En un momento en el que necesitamos pensar de forma radical sobre los recursos, su distribución y los futuros planetarios, debemos comenzar por aproximarnos a formas más biológicas de hacer las cosas. Es decir, con cero desperdicios o sin impacto de carbono, y en cosas reciclables o biodegradables. Todo lo demás, para mí, es más de lo mismo. Y ya no podemos permitirnos más de lo mismo.
7. ¿Y respecto al consumo de diseño? Además de responder a cuestiones sociales, económicas, políticas, etc., los cambios en la disciplina también tienen que ver con la forma en que nos relacionamos o asumimos el diseño.
El consumidor está en una posición muy diferente hoy que incluso hace veinte años. Primero, porque hay mucha atención en el diseño; y segundo, porque existen más procesos en los que se puede incluir al consumidor a nivel de diseño, producción, consumo y reutilización. Lo que necesitamos ver es la gran demanda por lo ligero —por el lujo de estar libre de objetos, libres de desperdicio, libres de distracciones, y libres de culpa—. Los consumidores tendrán que redefinir el lujo desde estas maneras, como muchos lo han señalado, si realmente vamos a repensar radicalmente nuestras prácticas culturales. Esto no significa convertirse en un ¡ludita! Compartir en lugar de tener un carro propio, para mí, es una nueva forma de lujo. Desconectarse por una semana es un nuevo lujo. Pasar tiempo con la familia y los amigos es un lujo. Si vamos a evitar patrones de hiperconsumo y prácticas autodestructivas, necesitamos que todos los ciudadanos demanden nuevas formas de vida y que los diseñadores ayuden a visualizarlas.
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Jamer Hunt es director del programa de MFA Diseño Transdisciplinario en Parsons The New School for Design. Su trabajo de investigación ha explorado el diseño como un medio para explorar las políticas y poéticas de la vida diaria. Uno de sus principales intereses es analizar y trabajar el diseño industrial en estrecha relación con diferentes ramas del conocimiento, desde la antropología hasta la biología. Es editor del periódico Transdisciplinary Design, y autor de ensayos clave como Unnatural Capital: Bataille Beyond Design (Design Philosophy Papers, 2009), Just re-do it: Tactical Formlesssness and Everyday Consumption (Strangely Familiar, ed. Andrew Blauvelt), A Manifesto for Postindustrial Design (I.D. Magazine) o Prototyping the Social: Temporality and Speculative Futures at the Intersection of Design and Culture (Design Anthropology, ed. Alison Clark).